11.7.10

Séraphine o el éxtasis



Séraphine montada sobre la rama de un árbol mirando la pradera, de regreso a la pensión miserable donde vive.
La sonrisa de Séraphine.
Las manos regordetas recogiendo flores silvestres para hacer tintas.
Séraphine rezando con los ojos cerrados.
Las manos de Seraphine juntando en un pequeño frasco los aceites de las velas en el altar, para sus óleos.
Séraphine tomándose su vino curativo, ese que sólo ella sabe hacer, el vino del consuelo, el elixir de los pobres.
Séraphine guardándose un pedazo de pan seco en el bolsillo del delantal.
Los dedos de Seraphine manchados de los colores que ella misma ha producido con lo que tuviera a su alcance.
Séraphine extendiendo orgullosa uno a uno los billetes con que pagará su primer lienzo al tendero del pueblo.
Séraphine dormida en el piso al lado del cuadro que ha pintado hasta la extenuación.
El vestido de novia de Seraphine.
Su llanto silencioso mirando la pradera tras las rejas.

(Aquí un enlace sobre la película inspirada en su vida.)

9.7.10

Duelar


Escribir el naufragio. Recoger lo que queda. Inventariar las pérdidas con rigor estadístico. Un pedazo de oreja, dos neuronas, una vena, un puñado de nervios, la alergia crónica a ciertos olores del recuerdo.
Hacer cuerpo ese gesto, pero también, hacerse un cuerpo nuevo, afectado.
¿Es posible irse auténticamente de otro modo? Decir auténtico: un irse sin sustitución.
Y aun ¿es posible irse de todo lo que fuimos? Acaso no se trate de migrar de un cuerpo a otro, sino de desplazarse por la novedad de un continente nuevo, siguiendo el trazado que nuestras pasiones dictan a los sucesivos cuerpos del existir: fisiología, dietética, erótica.
Y aun ¿será posible existir sobreponiéndonos?